sábado, 14 de abril de 2018

De la Providencia. Séneca.










De la providencia (De Providentia) es un diálogo escrito por el filósofo de origen hispano Lucio Anneo Séneca. Escrito hacia el año 63 d. C.
En este diálogo, el filósofo cordobés intenta explicar a Lucilo por qué no debemos considerar los males que nos pasan como una desgracia, sino que debemos considerarlos como algo útil desde una perspectiva individual en primer lugar, y después como un bien para todos en general. He aquí una frase (capítulo III) que podría resumir su filosofía: "Para mí, decía, ninguno me parece más infeliz que aquel a quien jamás sucedió cosa adversa"
Según las traducciones, la filosofía de Séneca puede ser interpretada desde un punto de vista religioso judeocristiano. Wikipedia

http://www.presenciacristiana.net/libros/pdf/providencia.pdf


 

Sobre la adivinación. Cicerón.









El De divinatione es una obra filosófica de Marco Tulio Cicerón redactada en dos libros y escrita en los primeros meses del 44 a. C., período en que la última dictadura de César conllevó el alejamiento del autor de la actividad política.1
La obra es notable como una de las principales fuentes de la posteridad sobre el funcionamiento de la religión romana. También incluye un fragmento del poema de Cicerón sobre su propio consulado.

En el Libro I Cicerón imagina encontrarse en la propia villa de Túsculo en compañía de su hermano Quinto Tulio Cicerón, el cual abre el tratado, exponiendo su propio punto de vista en favor de la clarividencia y en línea con el estoicismo.2​ Según tal corriente filosófica, la posibilidad de prever el futuro tendría un fundamento real y la prueba más evidente puede encontrarse en el acuerdo que todas las poblaciones demuestran tener desde siempre sobre este punto (consensus omnium)3​ Quinto pasa después a ilustrar las dos grandes categorías en las cuales resultan divisibles los métodos de clarividencia: por un lado, la adivinación artificial, que deriva de la observación de los prodigios y de la correcta interpretación de los mismos gracias a procedimientos rigurosamente estandarizados; por otro lado, la adivinación natural, determinada por la inspiración inmediata o por una visión directa que el alma - momentáneamente libre de sus vínculos corpóreos - advierte inconscientemente, como sucede por ejemplo durante los sueños.4​ Sobre la veracidad de tales asuntos Quinto apela a la experiencia del mismo Cicerón cuando, sobre los Montes Albanos o en la Colina Capitolina, pudo asistir a prodigios que le anunciaron la conjuración de Catilina.5
En el Libro II Cicerón toma todos los argumentos y los ejemplos nombrados por su hermano, refutándolos uno tras otro y demostrando así su falta de confianza en el arte adivinatoria.6​ De acuerdo con los principios filosóficos del escepticismo él ataca cada aspecto relacionado con los oráculos, la astrología y la arispicia, contestando la seriedad, el cientificismo y afirmando que la religión adquiriría mayor crédito si fuese depurada de las creencias falsas y supersticiosas. A pesar de eso, Cicerón no llega a rechazar íntegramente la clarividencia, sino que justifica la práctica en cuanto institución "política", necesaria para el mantenimiento de los equilibrios internos del Estado y la salvaguarda de las tradiciones.7​. De Wikipedia.

http://libroesoterico.com/biblioteca/ESPECIALES2/Ciceron-Sobre-la-adivinacion-Sobre-el-destino-Timeo.pdf



viernes, 13 de abril de 2018

¿ De donde vienen los nombres de los planetas ?. Por Alex Rivero.









¿De dónde vienen los nombres de los planetas?

Seguro que te lo has preguntado más de una vez. ¿Por qué le hemos dado a los planetas nombres de diferentes deidades? La respuesta (en la mayoría de los casos) es tan simple como podrías suponer. Fueron bautizados así por antiguas civilizaciones, que les dieron nombres a los planetas en honor a sus dioses (¿qué mejor manera de honrar a tus dioses que poniéndoles nombres a las estrellas que te observan cada noche desde el cielo?)…

Algunos de los planetas ya tenían nombre antes de que los romanos les diesen los que todos conocemos hoy en día, pero no han sido recogidos por Unión Astronómica Internacional, la organización reconocida por astrónomos y científicos de todo el mundo como la autoridad para nombrar a los objetos celestes (aunque muchas culturas tienen sus propios nombres para los planetas) y que estableció los nombres con los que reconocer a los planetas del Sistema Solar.

El origen de los nombres

 

Mercurio

Representación de Hermes (Mercurio en la mitología romana)
Representación de Hermes (Mercurio en la mitología romana)

Los primeros registros de avistamientos de Mercurio proceden de las tabletas Mul-Apin, del siglo XIV a.C., en el que Mercurio fue descrito (aproximadamente) como el “planeta saltarín”.
Los babilonios ya conocían al planeta como Nabu, en honor a su dios de la escritura y el destino, mientras que los antiguos griegos lo llamaban Stilbon, y sus descendientes más modernos lo denominaron Hermes, en honor al mensajero de los dioses del Olimpo, y por la rapidez con la que se mueve por el cielo (siguiendo con ese detalle que ya recogían los antiguos babilonios, y es la velocidad a la que se mueve el planeta).
De hecho, Mercurio tarda sólo 88 días en dar una vuelta alrededor del sol, viajando a casi 48 kilómetros por segundo (más rápido que cualquier otro planeta). 
Los romanos, en un movimiento que vas a ver en prácticamente todos los nombres de los planetas del Sistema Solar, le dieron el nombre del dios equivalente en su mitología: Mercurio.

Venus

Venus
Venus

Aunque la atmósfera de Venus es de todo menos idílica y, su superficie es igual de hostil, el planeta es una de esas visiones majestuosas desde nuestro planeta. Por su proximidad, y la densidad de su atmósfera, es el tercer objeto celeste más brillante en nuestro firmamento (tras el Sol y la Luna) y llega a proyectar sombras en la superficie de nuestro planeta.
Este brillo y su aparición al amanecer inspiró a los antiguos romanos a asociarlo con Venus, la diosa del amor y la belleza. No fueron los únicos que usaron esta inspiración. De hecho, los griegos lo asociaban con su diosa equivalente, Afrodita.

La Tierra

Gaia
Gaia

Aunque puede parecer que el nombre de nuestro planeta no tiene relación alguna con la mitología, lo cierto es que sí. En este caso, los griegos conocían a nuestro planeta con el nombre de Gea (o Gaia), la madre de la tierra. Los romanos, en todo un arrebato de originalidad y creatividad, convirtieron el nombre al equivalente en su cultura, Terra.
Con la separación de las lenguas romances a lo largo de los siglos, la traducción del nombre ha ido cambiando (de ahí viene Tierra para el español, o Terra para los portugueses).
Sin embargo, el origen del nombre de nuestro planeta no es el mismo en todos los idiomas. Para los ingleses, el origen se encuentra en un término anglosajón, de unos 1.000 años de antigüedad, que significa, literalmente, suelo.

Marte

Marte, dios de la guerra
Marte, dios de la guerra

En el antiguo panteón romano, Marte era el segundo dios más importante (sólo superado por Júpiter). Aunque no se sabe mucho de su origen en cuanto a mitología se refiere, en la época de la antigua Roma, Marte era el dios de la guerra y el protector de Roma. Así que, ¿qué mejor nombre para un planeta que, por la cantidad de hierro oxidado en su superficie, es completamente rojo al observarlo en el firmamento?. Los griegos, con anterioridad a los romanos, lo habían denominado Ares (el dios de la guerra griego).
El característico color rojo de Marte también sirvió para que, por ejemplo, los sacerdotes egicipios lo llamasen “Her Desher” (el rojo) o para que los astrónomos chinos lo conociesen como “la estrella de fuego”.

Júpiter

Júpiter
Júpiter

El planeta más grande de nuestro sistema solar (tanto que parece un sistema solar en miniatura por la cantidad de satélites que tiene en su órbita) sólo podía recibir el nombre de los dioses más importantes, es decir, Zeus en la mitologría griega, y Júpiter en la romana. Júpiter era el dios de la luz y el cielo, y el más importante en el panteón. Para los griegos, Zeus era el dios del trueno y padre de los dioses. Para los babilonios, el planeta recibía el nombre de Marduk (y, en un giro que seguro que no sorprende a nadie, también era uno de sus dioses más poderosos).

Saturno

Saturno

Saturno es conocido desde tiempos prehistóricos, y es el planeta más lejano observado. Los antiguos griegos lo nombraron en honor a su dios del tiempo y la agricultura, Cronos, porque tiene el periodo de observación en el firmamento más largo de todos los planetas (y era considerado el guardián del tiempo). Los romanos lo nombraron Saturno en honor a su propio dios, equivalente al de la mitología griega, y el padre de Júpiter (de hecho, Cronos es también el padre de Zeus).

Urano

Mosaico de Urano y Gaia
Mosaico de Urano y Gaia

Aunque Urano había sido observado ya en la prehistoria, había pasado por una estrella más. Su descubrimiento no llegó hasta el año 1781, cuando Sir William Herschel lo bautizó con el nombre Georgium Sidus (la estrella de Jorge) en honor al rey Jorge III de Reino Unido.
Por suerte para todos, este espantoso (y poco original) nombre no fue especialmente popular fuera de Gran Bretaña, y en otros lugares, optaron por bautizar al planeta como Herschel (en honor a su descubridor), en lugar de en honor a un monarca cuyo nombre les indicaba más bien poco.
El nombre de Urano (dios del cielo, y uno de los pocos planetas con un nombre de la mitología griega en lugar de la romana) fue sugerido por el astrónomo Johann Bode, siendo aceptado con bastante rápido, hacia 1850, tan sólo 70 años después de su descubrimiento, ya que encajaba con el resto de nombres de otros planetas.

Neptuno

Neptuno
Neptuno

Neptuno fue el primer planeta descubierto por las matemáticas en lugar de por la observación. En realidad, había sido observado por astrónomos con anterioridad, pero al igual que con Urano, creyeron que se trataba de una estrella.
Fueron John Couch Adams (matemático y astrónomo británico) y Urban Le Verrier (matemático francés) los que predijeron que las irregularidades en la orbita de Urano sólo podía ser provocada por la existencia de otro planeta. Fue descubierto en 1846, por otro astrónomo, Johann Galle (un astrónomo alemán), que se sirvió de los cálculos del francés Le Verrier para dar con él.
El alemán, Galle, quiso nombrar al planeta en honor a Le Verrier, pero la comunidad astronómica se opuso, ya que lo consideraban un nombre poco apropiado (desconozco el por qué, pero teniendo en cuenta que en aquella época se terminaba de asentar el nombre de Urano, es posible, aunque sólo especulación, que la corriente de pensamiento fuese que tenía sentido buscar el nombre de otro dios de la mitología). Tras este rechazo, se propusieron diferentes nombres (Jano, dios romano del comienzo y del final, y Océano) hasta terminar aceptando la sugerencia del propio Le Verrier: Neptuno, el dios romano del mar (cuyo equivalente griego es Poseidón).

Plutón

Plutón
Plutón

Aunque ya no sea un planeta más del Sistema Solar, vale la pena ver de dónde sale el nombre de este objeto celeste, porque es un caso de lo más curioso.
En 1906, Percival Lowell, un astrónomo americano (entre otras ocupaciones) que fundó el Observatorio Lowell, inició la búsqueda de un noveno planeta en el Sistema Solar, al que se refirió como el Planeta X (hoy en día ese término se utiliza, a veces, en asociación a una leyenda urbana: Nibiru). Lowell falleció en 1916, creyendo que sus esfuerzos no habían dado resultado.
Lo que no supo, fue que, en realidad, entre las muchas imágenes que tomó del firmamento había varias en las que aparecía lo que hoy en día conocemos como Plutón. Fue descubierto por Clyde Tombaugh en 1930 (con gran fanfarria en los medios de la época, como podrás imaginar). El Observatorio Lowell, en Arizona (lugar en el que se realizó la búsqueda), recibió más de 1.000 sugerencias para darle nombre al nuevo objeto celeste. Hubo muchos candidatos, desde Cronos, pasando por Minerva al nombre que resultó finalmente ganador. Plutón fue sugerido por una niña británica, de 11 años (Venetia Burney), de Oxford, a la que le encantaba la mitología clásica (falleció en 2009, por cierto).
Plutón era el dios del inframundo. Un nombre de lo más apropiado si tenemos en cuenta la cantidad de tiempo que tuvo que transcurrir hasta que fue descubierto, y, además, sus dos primeras letras eran las mismas que las iniciales del hombre que planteó la existencia de un posible noveno planeta. Ahora, en 2016, estamos, de nuevo, buscando el noveno planeta del Sistema Solar.


 https://www.astrobitacora.com/de-donde-vienen-los-nombres-de-los-planetas/


miércoles, 11 de abril de 2018

Las Dignidades Esenciales y su puntaje.








Es importante saber hallar  el  puntaje a partir  de las Dignidades Esenciales, que son 5, a saber.

Domicilio, equivale a 5 puntos.

Exaltación, equivale a 4 puntos.

Término, equivale a 3 puntos.

Triplicidad, equivale a 2 puntos.

Decanato, equivale a 1 punto.


El puntaje se crea a partir de la posición de :

El Sol

La Luna 

El Ascendente

El Parte de la Fortuna

La ültima Sizigia antes del nacimiento


En esta carta éste sería el puntaje.







Saturno es el Planeta Dominante con 20 puntos. Yo contabilizo 17, según las pautas que he dado.

Por estar en el Decanato del Sol, 1 punto.

Por estar la Luna en Domicilio de Saturno, 5 puntos y por estar en su Triplicidad 2 puntos ( aunque el programa cuenta 3 ).

Por estar el Parte de la Fortuna en la Triplicidad de Saturno, 2 puntos, (aunque el programa cuenta 3).

El Ascendente no aporta puntaje en la búsqueda del Planeta Dominante.

La Sizigia cae a 4º 30´de Acuario, por ello suma 5 puntos por Domicilio + 2 por Triplicidad, (aunque el programa contabiliza 3).


Por eso es siempre mejor hacerlo manualmente, ya que suelen darse errores de puntaje si lo miramos con el programa.

Para mi Saturno sería el Planeta Dominante en esta carta , con 17 puntos.





martes, 10 de abril de 2018

Sobre el desapego. Una reflexión.









Ayer noche daba vueltas en la cama pensando sobre el desapego, ya veis que poca faena tengo.

Pensaba que el desapego está en las Antípodas de la falta de empatía, por si alguién puede pensar todo lo contrario.

Soltar, dejar ir, pensar en las rutinas de dependencia que nos dan " seguridad ", en los vínculos que nos hacen sentir " normales ".

En todo eso pensaba y en el fondo esto me lleva a la idea principal de que en la Vida hay que fluir y adaptarse a los cambios, porque todo es cambio.

Aunque el alma de cada uno no cambia, solo re aprende, pero obviamente, eso no lo puedo demostrar.
 
Estos pensamientos pretenden ser saludables e invitar a la reflexión.

Para mi lo son.